Entre 1924 y 1928, Gabriela Mistral publicó cuatro reescrituras de cuentos de hadas. Estas versiones parecieran apuntar hacia los márgenes de la cultura canónica, configurándose como una escritura de la resistencia en la medida que introduce un discurso de carácter contrahegemónico: es una autora posicionada en un campo intelectual predominantemente androcéntrico; es una autora que se dirige a una niñez huacha, silenciada y olvidada entre las altas tasas de mortalidad infantil de aquella época; es una autora que tematiza la infancia como mecanismo de poder que desestabiliza el orden patriarcal propuesto por las versiones ‘clásicas’ (Perrault, Grimm), mientras, al mismo tiempo, posibilita su transformación. De esta forma, mientras los cuentos maravillosos de corte ‘tradicional’ fomentaban una visión estereotipada y reduccionista respecto de las mujeres, Mistral los cuestiona y subvierte.