Que Peregrine Fox, lord de Bentley Hall, alias Pip, se apuntara a una web de citas sí fue algo insólito y más que disparatado. Dada su posición social, no le hacía falta ni salir de su castillo para inspeccionar al extenso surtido de damas que aspiraban a ocupar la plaza de la finada Lady Fox. Llevarse bien, compartir intereses o, ya no digamos, menudencias como el amor, se consideraban trivialidades prescindibles y no entraban en juego. Peregrine acababa de cumplir unos sesenta y ocho años, mal llevados y fatalmente consumidos. El deterioro no se debía a ninguna patología rara, sino que tenía sus causas, naturales y muy orgánicas, en placeres tales como el alcohol, los cigarrillos y una vida muelle de la que estaba excluida cualquier ejercicio físico. Pip compensaba su decadencia física con un carisma al que pocos sabían resistirse Que Rocío Medina, traductora y gaditana se apuntara a una web de citas podría calificarse de bastante normal, su uso empezaba a normalizarse entre las mujeres de su edad. A los sesenta y tres años, aunque atractiva y con una salud de hierro, lo tenía difícil por vías más presenciales. La demografía es cruel con las mujeres mayores, la oferta masculina era limitada y se veía ampliamente superada por la demanda. Mujeres solas en la sesentena, a montones; varones, pocos, y los que había buscaban, como mucho, compañeras en la cincuentena. Por esta regla de tres, a ella le hubiera correspondido un octogenario. Su desasosiego se originaba en un rasgo psicosomático concreto, a saber, que era una romántica impenitente. Y aquí es donde interviene el destino…..