La música y sus imposibles dan forma a los siete relatos que orquestan este libro. En cada pieza, el paisaje centroamericano, su música, su gente y otros compases de la identidad local, son escenario de situaciones profundamente humanas y universales.
Bajo la batuta de un músico que no recuerda ni su propio nombre, se alinean: una obsesiva cantante de tangos, un acordeonista ciego que sabe todas las historias, un maestro de violín que se duerme sin terminar la lección, un trío de dos, con cien canciones sobre la vida vista desde la comisaría del pueblo; dos boleristas rescatados de una cárcel habanera y un joven melenudo con voz de profeta. Cada uno tiene su partitura, pero ninguno la respeta.
Músicos de fila, músicos de tropa, músicos de escuela y de arrabal, de este siglo y del otro, de este mundo y de aquel. Acordeonistas, violinistas, compositores, copistas, guitarreros de enramada y tangueros de aguadulce. Estos cuentos son sus partituras, sus pentagramas, sus garabatos. Dejándose leer les llega su hora. Luego callan, como es debido. Guardan sus instrumentos y aguardan la siguiente función.
Músicos de banda, de corrida, de sepelio. Músicos queridos, olvidados. Los que hablan en clave, cada uno a su modo.
Músicos. Cada uno inventa de nuevo las palabras, lee lo que quiere, escribe de nuevo cada pasaje, cada cadencia, cada nota de paso. Cada uno hace de la música una forma irrepetible, una historia que solo se cuenta una vez. Por eso toda partitura es un engaño. Y toda orquesta es imposible.