Por encima de todo, se impone mi visión estoica de la vida: pase lo que pase, vaya como vaya el mundo, unos han de estar arriba y otros abajo, unos han de sufrir injusticias y otros han de provocarlas incluso aunque no quieran. Lo único que podemos hacer es confiar en que haya una justa proporción entre las alegrías y las penas. Sí: creo en la predestinación. ¿Qué interés tiene entonces vivir, si nunca seré el dueño de mis actos, e incluso estas palabras que ahora escribo, y la relación que tengo contigo, hace mucho que están escritas? Cuando se llega a tal conclusión, el fardo de penas disminuye, o se hace más ligero de llevar