En el Tratado de las idolatrías, supersticiones y costumbres Jacinto de la Serna responde a la preocupación de la Iglesia mexicana del siglo XVII, ante la respuesta poco favorable de los indígenas hacia el catolicismo.
Para Serna era esencial sacar a la luz informes sobre las idolatrías y hechicerías que se daban entre los indígenas para instruirlos en la fe católica. Serna da a conocer lo que los indios padecen, cómo viven, cómo unos y otros lidian con sus propias creencias y cómo interactúan entre ellos.
Describe, por ejemplo, las costumbres de las indígenas aztecas durante el embarazo. Según comenta, no debían mirar los eclipses del Sol y la Luna, pues la criatura podría tener labios leporinos. Tampoco podían contemplar ejecuciones, pues los niños nacerían con una horrible soga de carne anudada a la garganta.
Este tratado además ha sido extensamente citado por los expertos en sustancias psicotrópicas. En él Serna se ocupa de las diferentes sustancias que ingerían los indígenas en sus rituales. Por ello se convirtió en una referencia en los estudios sobre el tema.
Serna organizó y sintetizó en su Tratado de las idolatrías todos los documentos que encontró. Agregó relatos orales y lo que presenció sobre supersticiones e idolatrías en la Nueva España. Copió grandes partes de manuscritos y de obras publicadas, sobre todo aprovechó la — Monarquía indiana, de Juan de Torquemada,
— y el Tratado de las supersticiones, de Hernando Ruiz de Alarcón (también publicados por Linkgua).Atrapados entre la abominación y la insaciable curiosidad cultural, Jacinto de la Serna, Hernando Ruiz de Alarcón y Juan de Torquemada son autores clave en los estudios de los rituales de los habitantes originarios de México.