El sol mueve la sombra de las cosas quietas

No sé quién situó el centro de lo que somos en el corazón. Algún griego dijo que el centro no está en el corazón sino en el hígado. Yo sé que el centro de la existencia de mi padre está en sus manos. Más precisamente en la posibilidad de imaginar algo y luego, a través de sus manos, hacer que aparezca en la madera.

Creo que nada, ni los olvidos, ni los malos humores, ni sus peleas con el portero me dolieron tanto como que la comida de mi madre ya no fuera la de antes.

Me di cuenta de que los recuerdos son el alma de las cosas. Sin mi padre todo aquello no era más que basura.

Pensé que la vida, después de todo, se trata en parte de ir acumulando cosas, y luego, ir deshaciéndose de ellas.

El lugar se elige, pensó, por lo que desde allí se ve, o sea, por lo que ese lugar no es. Eso pensó Sara, parada sola, mirando el cerro a un lado, lejos, y al otro, el monte. Si comprara el cerro no podría verlo así, se dijo, entero y azulado.

Warning: things might be closer than they appear in mirror.

Warning: things might be closer than they appear in mirror.

Eloísa había pensado que la soledad era la primera forma de la muerte, esa mañana lo supo: la muerte es concreta o no es, la muerte son gusanos entrando y saliendo de la carne. Se enroscaban y desenroscaban desperezándose. La muerte duerme y un día despierta en la piel de lo que amamos. La poesía no sirve.

Eloísa había pensado que la soledad era la primera forma de la muerte, esa mañana lo supo: la muerte es concreta o no es, la muerte son gusanos entrando y saliendo de la carne. Se enroscaban y desenroscaban desperezándose. La muerte duerme y un día despierta en la piel de lo que amamos. La poesía no sirve.

La belleza y el error duermen en todas las cosas, pensó.