No fui un cristiano nacido de nuevo hasta justo antes de cumplir cuarenta y seis años. Por ese tiempo, llevaba casado diecinueve años y tenía cuatro hijos. Como un “gran pecador” que era, había cometido muchos errores y sufrido muchas frustraciones, muchas de las cuales se debían a mis propias acciones, durante los diez primeros años de mi matrimonio. Como abogado ambicioso qu