pasaje de la Apología (22a) es sobremanera ilustrativo:
"Después de los políticos me dirigí a los poetas: a los de tragedias, a los de ditirambos y a los demás, seguro de que sorprenderían in fraganti mi ignorancia respecto de ellos. Tomé, pues, aquellos de sus poemas que me parecieron mejor elaborados, y les pregunté que querían decir, con la intención de aprender, al mismo tiempo, algo de ellos. Me da vergüenza, varones, deciros la verdad: con todo la diré. Y para decirla con un dicho: casi cualquiera de los presentes hubiera hablado mejor que ellos sobre lo que ellos mismos habían compuesto. Y tuve que reconocer muy presto que los poetas no hacen por sabiduría lo que hacen, sino que les viene como nacido y por endiosamiento, cual el de los inspirados y adivinos, que los tales también dicen muchas cosas y bellas, pero no saben de qué hablan, y vi claramente, que cosa parecida sucede a los poetas. Y junto con esto caí en la cuenta de que por ser poetas, se creían los más sabios de los hombres aun en las demás cosas en que no lo eran. Me aparté, pues, convencido de que sobre ellos poseía la misma superioridad que sobre los políticos".