Los sismos fueron el símbolo último del desastre priista en el poder y de los ecos que resonaron durante años en un callejón sin salida: crisis financiera, devaluación, austeridad, corrupción, autoritarismo, fraude electoral. Como una sombra rebelde, las escenas de solidaridad se repitieron una tras otra en las zonas más afectadas por los sismos, en el centro histórico de la Ciudad de México, en Tlatelolco, en las colonias Roma, Guerrero, Doctores, en San Antonio Abad, entre los hospitales derruidos, frente a los multifamiliares en escombros. Era jueves, las calles más afectadas por el terremoto estaban a oscuras, las líneas telefónicas suspendidas y los habitantes del Distrito Federal abandonaban al pri