Contrario a lo que suele creerse, para viajar sola por el mundo no se necesita valor, confianza en una misma, ser extrovertida o tener un plan minucioso. Basta con un empujón, un pequeño impulso para pedir una beca, un préstamo, un crédito, hacer las maletas, tomar el avión, llegar al lugar deseado y armar un esbozo de itinerario, no definitivo, con los datos básicos: dónde dormir y qué visitar. Ni siquiera hace falta una razón, aunque se pueden inventar excusas: “encontrarse a una misma”, “ponerse a prueba”, “cumplir un sueño”.