ganamos nada encu-briendo la brutalidad de la existencia humana. Este es un mundo tóxico. Pero tampoco debemos unirnos al coro de los que siempre están pronosticando tragedias y pesimismo. «¡El cielo se nos cae encima! ¡El cielo se nos cae encima!» En algún lugar, en medio de estas dos posiciones, entre la negación total y el pánico evidente, se encuentra el equilibrado, sensato, y que todavía cree, seguidor de Cristo. Con los ojos bien abiertos, pero sin miedo