A diferencia del enfoque tradicional de la antropología, que se rige por el estilo de trabajo de las ciencias naturales, Geertz propuso una antropología más cercana a las ciencias humanas, cuya tarea principal no es medir y clasificar, sino interpretar. La disciplina que cultivó fue calificada como «antropología simbólica». No se trata de una escuela, sino de un modo de concebir el trabajo antropológico. La antropología de Geertz contribuyó a un giro fundamental en esta disciplina, consistente en relativizar el punto de vista del antropólogo mismo y en cuestionar sus condicionamientos y prejuicios como factores que influyen en su trabajo. Geertz no fue el tipo de antropólogo ante quien alguien pueda permanecer indiferente: insufrible idealista para unos, deconstructor de la disciplina para otros, manantial de ideas y sabio profundo para sus seguidores, lo cierto es que la antropología tuvo que ser repensada y replanteada a partir de la profunda huella dejada por él.