Mentiras contagiosas

Parasitan las vidas de los otros.

La modestia no es, por supuesto, uno de sus rasgos: los infames se piensan elegidos, creen que sus ideas deben contaminar otras mentes y no dudan en proclamarse inspirados por los dioses.

Y, en mis horas de insomnio, me pasa por la cabeza la idea de tramar yo mismo otra de esas mentiras.

ellos no existen límites de tiempo ni de espacio, se pasean con desfachatez entre las sombras y el futuro, desafían las fronteras y se ufanan en encarnar multitudes.

Para ellos no existen límites de tiempo ni de espacio, se pasean con desfachatez entre las sombras y el futuro, desafían las fronteras y se ufanan en encarnar multitudes.

Pese a su ceguera, esos hombres estaban convencidos de que la novela no era una acumulación de falsedades, sino una forma legítima de explorar la realidad.

asqueados ante su desfachatez.

Mi juicio no se ha modificado pero, si bien reconozco que se trata de una debilidad imperdonable, de una adicción malsana, todas las noches vuelvo a bajar al sótano.

mentían de maneras cada vez más refinadas,

estaban convencidos de que la novela no era una acumulación de falsedades, sino una forma legítima de explorar la realidad. Y, sobre todo, de conservar la memoria lejos de la severidad de la historiografía o las ciencias sociales.