– Pero usted da vuelta todo…
– Es mi deber, señora mía. No soy, como dijo Goethe, el espíritu que niega, sino el espíritu que contraría.
– Contrariar es feo…
– Contrariar actos, sí… Contrariar ideas, no.
– ¿Y por qué?
– Porque contrariar actos, por malos que sean, es estorbar el giro del mundo, que es acción. Pero contrariar ideas es hacer que nos abandonen, y se caiga en el desaliento y de allí en el sueño, y por lo tanto se pertenezca al mundo