Dulce Enemiga Mía

Mortal, tan mortal como los ojos del sentimental hidalgo que me observan, heme aquí, sin embargo, eterna. Soy Dulcinea, soy Aldonza, soy la dama del Toboso, soy la labradora, soy la hija de Lorenzo y su esposa Nogales, soy la inspiración del Caballero de la Triste Figura, la locura de su cerebro, la fantasía de sus delirios. Soy ella y no otra, aunque también soy tú y soy vosotras, soy cada mujer que a través de estos muchos años, cuatro veces cien, quiso prolongar su existencia en la leyenda, en la tradición y en la imaginación de los hombres.

Daba gusto verla caminar desde lejos, la luz sobre su cuerpo y la agilidad recorriendo cada vértebra. Sus pasos daban la impresión de nunca tocar el suelo. Perseguía los rayos de sol y cuando los conseguía y su tibieza le traspasaba la piel, la pereza se desparramaba por sus miembros, como si su única ambición fuese la de tenderse en ese pasto amplio y verde y cerrar los ojos antes de que cualquier cataclismo la alcanzara

si se agita la naturaleza completa, cómo no voy a agitarme yo.

¿El amor? Le da mucho miedo que vuelvan a herirla. Teme, de golpe, sentir el incendio que puede estallar bajo sus párpados.

El único fracaso es el que se puede medir en el interior, me dije despacito mientras los ojos se me cerraban.

El futuro. Bonito concepto, tramposo, elusivo, hijo de la gran puta.

si gustares de acorrerme, tuyo soy, y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo.

Hay quien se busca una cosa y halla otra

pensé: si es un delito el quererme, ha de quererme de veras. Y basta.

Casi siempre una asesina es la creación de un hombre que la ha maltratado.