El triunfo de la voluntad se distinguió de esas otras películas de propaganda nazi por dos razones. Primero, porque está extremadamente bien hecha (y el hecho de que es un excelente trabajo de propaganda es en parte lo que la hace tan perturbadora.) Pero la película es más que propaganda de primera clase. También es una obra de arte. Un trabajo de imaginación creadora y estilística formalmente innovador, cada uno de sus detalles contribuye a su visión central y a su efecto total. La película también es muy, muy bella. El triunfo de la voluntad puede ser calificada adecuadamente de obra de arte porque ofrece una presentación bella y sensible -una visión— del pueblo alemán, el Führer y el Reich en un género artístico reconocido (el documental) de un medio artístico reconocido (el cine). Es el hecho de que El triunfo de la voluntad sea un trabajo excelente de propaganda y una obra de arte lo que explica por qué la película de Riefenstahl tiene algo más que un interés histórico y por qué ocupa un lugar en los cursos de cine y no precisamente en las clases de historia.
Los artículos de este volumen debaten cómo es posible entender la relación entre ética y estética, desde el punto de vista de la última. Algunos autores se centran en las comparación entre la argumentación y la justificación ética y estética o entre los valores de uno y otro tipo; otros abordan la relación entre el arte y la moral desde distintas posiciones, que comparten, sin embargo, el rechazo del autonomismo y la convicción de que el valor estético de la obra de arte depende de los juicios éticos implicados en su interpretación y en su evaluación. Por último, algunos ensayos se ocupan de aquellos casos difíciles, pero no infrecuentes en la historia del arte, en los que el juicio moral y el juicio estético señalan en diferentes direcciones, a pesar de la imposibilidad de separar práctica o teóricamente sus objetos.