Debido a los efectos de la sinestesia, el olor sugirió valor económico, fue signo de masculinidad o feminidad, de prestigio, clase social o distinción. Además de ser convertido en una mercancía, el olor debió transformarse en una imagen, pues como a través de la publicidad gráfica no había forma de que el consumidor entrara en contacto directo con el olor, se necesitaba apelar al mundo de las emociones, de la memoria y de la representación