También en aquellas oportunidades pensaba en los que ya habían iniciado el gran viaje hacia lo más ignoto… era en esos momentos que Álvaro adquiría un metaconocimiento del viaje, la certeza de que su viaje y los de sus compañeros de estudio no llegaban a ninguna parte […] Ahora sentía que entendía la frase «todos los caminos conducen a Roma», la entendía sintiendo en el fondo de su alma que Roma no estaba en ninguna parte, o que Roma estaba en el interior de sí mismo, o que Roma era la ciudad eterna.
Bajo el motivo-símbolo del viaje se despliega una trama de vidas vulnerables, intrigas y pasiones, metáforas del devenir contemporáneo. Los personajes viajan desde los orígenes judíos al mundo cristiano portando secretos de familia. La doble vida es la constante vital que ocultan tanto en el pasado como en el presente, sus angustias, temores e inclinaciones sexuales. En una osada relación, el autor amalgama Opus Dei y judaísmo en un viaje de connotaciones metafísicas que se manifiesta en un lenguaje pleno de metáforas y visiones poéticas.