Hace diez años, en lo más hondo de la crisis económica y obligado por la aritmética de la necesidad, Javier López Menacho aceptó trabajar como mascota para una conocida marca de chocolatinas. Durante ocho horas al día bailó y cantó en el interior de un pesado traje sin ventilación. Su puesto duró lo que duró la campaña publicitaria, sin embargo, tardaron meses en pagarle. Dentro iba en calzoncillos. Este es solo el primer peldaño de un descenso a los infiernos del mundo laboral.
Yo, precario recoge las experiencias, vejaciones y desilusiones que el autor se ha encontrado a lo largo de la última década mientras saltaba de un trabajo temporal a otro. Es el testimonio lúcido de una precariedad que aún perdura y una crónica que narra pensando y cuestionando el trabajo como centro de la identidad contemporánea.
López Menacho ha recorrido los bares de Barcelona para auditar máquinas de tabaco; ha captado clientes en bicicleta para una empresa de telefonía; ha animado la final de la Eurocopa que ganó España; se ha enfrentado al delirio burocrático de los grandes sindicatos y, cuando creía haber abandonado la precariedad, ha vuelto para inventariar ropa interior de madrugada.