Lucio decide abandonar su pueblo después del escándalo con el Matías. Pero como no tiene plata ni para el colectivo, debe quedarse un año más trabajando de lo que sea mientras junta dinero y valor para contarle sus planes a su abuela Mercé, la mujer que lo crio.
En julio del año 2000 llega a Buenos Aires. Viaja por primera vez en subte, mira a los hombres sin ninguna culpa y tiene la certeza de que nunca se sintió tan feliz, tan caliente y tan solo. El encuentro con la Shulia, un hada madrina en versión drag, le presentará una nueva realidad que lo vestirá de lentejuelas y lo bañará de purpurina.
Bonita Luxemburgo no es una novela sobre salir del armario, pues Lucio nunca estuvo dentro y porque en la vida de un muchacho gay hay otros momentos mucho más importantes que ese que parecen exigir los demás. Bonita Luxemburgo es una de esas novelas de formación, en las que un jovencito conoce el valor de la osadía, aprende a cachetazos, se descubre en la calentura y en el orgasmo y, sobre todo, se reconoce al concretar aquello que en secreto anhelaba.
Con una gran capacidad de observación, cariño por sus personajes y buenas dosis de ternura y sensualidad, Sebastián Suñé ha escrito una historia destinada a permanecer durante mucho tiempo en nuestra memoria.
«Le digo [a Seba] que por eso es importante la publicación de esta novela suya. Que por eso lloré cuando la leí, porque me sentí querida y entendida y feliz y amparada. Le doy las gracias por habernos escrito así, por habernos defendido con esta Bonita Luxemburgo lúcida y conmovedora, que nos lleva de las lágrimas a las risas, de la indignación al amor, del alivio al orgullo» (del prólogo de Flavia Company).