Hablas de sacrificio, pero no es mi sacrificio el que te ofrezco. Es el tuyo el que pido —prosiguió—. Te puedo ofrecer mi vida, pero es una vida corta; te puedo ofrecer mi corazón, aunque no tengo ni idea de cuántos latidos más soportará. Pero te amo lo bastante para esperar que no te importe si soy egoísta al intentar hacer que el resto de mi vida, sea cual sea su duración, sea feliz al pasarlo contigo. Quiero casarme contigo, Tess. Lo quiero más de lo que nunca en mi vida he querido nada. —Él la miró a través de la cortina de cabello plateado que le caía sobre los ojos—. Es decir —añadió con timidez—, si tú también me amas