Es decir, que cuando se termine de destrozar la yunga andina o la selva amazónica, solo necesitaremos la tecnología suficiente para reproducirlas en Marte u otra esfera celeste, dando luz a un Amazonas marciano o un Marte andino, intercambiables con los ecosistemas exterminados y depredados en la Tierra (pero sin la inconveniencia de comunidades indígenas que obstaculicen los negocios).
Sin embargo, si convenimos con las comunidades indígenas que la Tierra está viva, y que no es un objeto cualquiera, reemplazable por cualquier otro como una mercancía, ¿qué ocurre con los otros planetas? ¿Entraña alguna violencia colonizarlos y transformarlos, como otrora ocurrió en Oceanía, Asia, África y América, o es un proceso carente de consecuencias cosmopolíticas?
Simulación ambiental de la Luna por Adrián Villar Rojas, parte de la instalación The End of Imagination en la Galería de Arte NSW de Sídney. © Adrián Villar Rojas.
Esta imagen de Adrián Villar Rojas, que forma parte de la instalación The End of Imagination, resulta particularmente sugestiva para pensar este problema. En un futuro especulativo, los grandes imperios de la Tierra colonizan la Luna y emprenden allí la extracción de titanio y aluminio, de cara a usar dicho satélite como base intermedia del proyecto de terraformar y privatizar otros planetas. Sin embargo, en medio de estas banderas que marcan el inicio de la prospección colonial, irrumpe una especie de ánima extraterrestre, monigote totémico que amenaza el plan del capitalismo intergaláctico, ya que su intrusión resulta inexplicable para los saberes astrofísicos y exogeológicos existentes. Se preguntan Elon Musk y su comité de ejecutivos: ¿será un xapiri lunar? ¿Un espíritu cósmico defendiendo su ambiente nativo del colonizador? ¿O será que también hay Pachamama en la Luna y en otros cuerpos celestes?
La posibilidad de una Pachamama extraterrestre sugiere que no solo es imposible replicar ecosistemas de la Tierra en otros planetas porque aquella es un organismo viviente, único e insustituible, sino también porque cada objeto cósmico cuenta con su propia entidad geológica y biológica que impide volverlo idéntico a la Tierra