Ciencia ficción capitalista

que los autores de ciencia ficción «dura» fueron en su mayoría hombres, salvo las excepciones de la ya mencionada Judith Merril (1923-1997) o también de Kate Wilhelm (1928-2018).

El Nautilus de Verne impuso un imaginario arquetípico de submarino que definió todos sus desarrollos posteriores

Puesto que el triunfo formal de la ciencia ficción, para Verne, era sacrificar su forma literaria y devenir objeto científico-técnico. Y como el dramaturgo pone en papel diálogos que después directores y actores llevarán a escena, para Verne el escritor de ciencia ficción también debía interpretar ese papel intersticial, el de una especie de guionista de nuevas tecnologías, que después ingenieros, obreros y otras máquinas harían realidad en una fábrica.

el libro como vehículo transitorio, apenas un prólogo, hacia la máquina, y que activaba una novedosa sociedad creativa entre literatura e ingeniería

En un poco conocido aunque revelador artículo titulado «La fin des guerres navales», Verne declaró que el escritor de ciencia ficción «escribe en papel lo que después otros esculpirán en acero»,17

la ciencia ficción capitalista se edifica sobre una irresoluble aporía: que el mismo capitalismo puede solucionar con más capitalismo las mismas crisis que el propio sistema provocó, y puede colonizar otros planetas con las mismas tecnologías que destruyeron este

Frente a este camino sin salida hacia la destrucción definitiva, la ciencia ficción habilita al capitalismo las más extraordinarias fantasías: terraformación y colonización de otros planetas, minería extraterrestre, geoingeniería climática, expectativa de vida de mil años, turismo intergaláctico, inteligencia artificial al servicio de automatizar la totalidad del trabajo asalariado. Mercancías futuristas, en suma, que emanciparán al humano de los límites planetarios y de sus propios límites biológicos, pero que solo disfrutará el 1 % de la población mundial

Pero la parte de la historia que Ecotopia no revela es de dónde provienen y quién manufactura esas maravillosas tecnologías amigables con el medio ambiente, puesto que el capitalismo verde, o ambientalismo empresarial, solo es posible a costa de exportar al Sur Global las consecuencias socioambientales de su fabricación

No obstante, este odio de Silicon Valley a la presencia estatal no coincide con su práctica efectiva, ya que gran parte de sus empresas prosperaron gracias a subsidios del Estado norteamericano

No obstante, más allá de estas experiencias psicotrópicas, la más fuerte comunión ideológica entre hippies y yuppies emanó del odio rabioso contra el Estado y su intervención en las libertades individuales y empresariales