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Leila Guerriero

La dificultad del fantasma

  • Romi Espasandinцитирует23 дня назад
    Años antes, en notas que había tomado para Plegarias atendidas, escribió: «La felicidad deja muy tenues huellas; son los días negros los que están prolijamente documentados».
  • Juliana Jaramilloцитирует20 часов назад
    Años antes, en notas que había tomado para Plegarias atendidas, escribió: «La felicidad deja muy tenues huellas; son los días negros los que están prolijamente documentados».
  • Juliana Jaramilloцитируетпозавчера
    Carme ha dicho «lo conocí mucho», ha dicho «teníamos una relación», ha dicho «se podía hablar». Pero solo lo vio bailar un poco, le sirvió bebidas, lo escuchó preguntar por los perros.
  • Juliana Jaramilloцитируетпозавчера
    –¿Qué se decía de él en el pueblo?
    –Bueno, todo el mundo sabía que era un homosexual muy exagerado. Pero no se tenía por qué hablar mal, si no había hecho nada, el pobre hombre. Había gente que quizás no toleraba la homosexualidad pero tampoco se relacionaba con él. Él se relacionaba con gente que iba a comprar y tenían que tratarlo bien. Tenía una voz muy aguda. Era muy amanerado con los gestos. Y muy bajito. No es que fuese feo ni mucho menos, pero hacía estas expresiones tan amaneradas. Para una mujer no era atractivo. El que era atractivo era el Ruark. Sabía tratar a las mujeres. Todas se colaban.
  • Juliana Jaramilloцитируетпозавчера
    –La gente de Los Caracoles ¿llevaba la comida para las fiestas?
    –Nunca. Jamás. Eso no te lo creas –dice soliviantada, como si ya hubiera escuchado esa versión y quisiera exterminarla–. Se hacía todo en la casa. Hasta el helado. No hacían fiestas de disfraces ni esas cosas que dicen. Ni se drogaban. Beber, lo que sea. Pastillas, cero. Nunca. Pero Truman no era mucho de fiestas. No salía mucho. Trabajaba. Ese libro que escribió aquí tardó bastante en terminarlo. Lo empezó en la casa del secretario de mi señor y lo debe haber terminado en Sanià.
  • Juliana Jaramilloцитируетпозавчера
    Me preguntaron si quería trabajar como camarera y dije que sí. Yo era una catetilla de pueblo y allí aprendí muchas cosas.
    –¿Como cuáles?
    –La manera de comportarte, la manera de expresarte. Había ido a un colegio de monjas, y las monjas en aquel tiempo ¿qué te enseñaban? A rezar, pero no mucha cosa más. Sabía escribir y leer correctamente, que eso es importante.
  • Juliana Jaramilloцитируетпозавчера
    –Truman solía venir con sus dos perros. Pasaba a la cocina y me decía: «Carme, ¿están los perros, están encerrados?». Porque en la casa había perros. Yo lo conocí mucho. Era un hombre que era como era. Muy homosexual, lo sabía todo el mundo, pero agradable. Se podía hablar. El último año que estuvo en Palamós se fue a Sanià. Y allí lo fue a ver su amiga, Harper Lee, pero cuando ella se marchó dejó dos vestidos en la tintorería. Un día viene Truman y dice: «¡Carme, Carme!». «¿Qué?» «Toma.» Y me trae la ropa envuelta en papel de la tintorería, dos vestidos preciosos pero portables completamente. De punto, una marca italiana. Uno, manga hasta aquí, de color más o menos naranja, y el otro color berenjena con los mismos dibujos. Los usé mucho tiempo. O sea que yo con Truman he tenido bastante relación.
  • Juliana Jaramilloцитируетпозавчера
    «Todas las mañanas amanecía rodeado de jovencitos», dice Manel. «Hacía fiestas de disfraces», dirá alguien después. Carta de Capote fechada en abril de 1962 a su editor Bennett Cerf: «Nada podría haberme obligado a llevar esta vida fantasmal excepto el libro. ¡Dios, más vale que sea una obra maestra!».
  • Juliana Jaramilloцитируетпозавчера
    –¿Recordás la primera vez que lo viste?
    –Hombre, claro. Era más maricón que un palomo cojo. Era de estos que no lo disimulaban. Era una loca. Pero muy bien educado, muy amable y muy generoso con las propinas. Daba unas propinas que era lo que ganaba un trabajador en todo el día. Si recibía amigos, si eran siete u ocho, venía a Los Caracoles. La casa donde vivía era muy pequeña. Una cocinita, una habitación, una sala. Era bonito porque tenía el mar debajo y una terracita. Siempre comían en la terraza. Un señor muy educado. Siempre daba las gracias. Aquí venían personalidades internacionales. Pero luego, cuando vino la invasión del proletariado, perdón por llamarlo así, pero es lo que son, no es nada malo, entonces ya la otra gente no vino tanto. Él luego se fue a la casa del secretario de Ruark. Nosotros suministrábamos la comida para las fiestas que hacía Ruark. Éramos los camareros. Y nunca vi nada que no fuera alcohol y cigarrillos. Nunca.
  • Juliana Jaramilloцитируетпозавчера
    –¿Cómo llegó Capote a Los Caracoles?
    –Alquiló un apartamento al lado de Los Caracoles, en La Catifa. Tenía un amante que se llamaba Jack. Pero Capote traía jovencitos cada día. Nosotros cada mañana teníamos que servirle el desayuno en su casa. Siempre pedía lo mismo: dos cruasanes, dos zumos de naranja y dos cafés. Ibas allí y veías que estaban él y dos o tres jovencitos, a las nueve de la mañana. Claramente habían pasado la noche allí.
    La imagen del Capote orgiástico parece cultivada en el invernadero de la imaginación para entregar algo «novedoso» a una periodista a la que se le ha prometido contar cosas acerca de «mi amigo Truman, único e inigualable», pero es una pieza inverosímil: las orgías con muchachos españoles y un escritor que había llegado para alejarse de la distracción parecen cosas incompatibles.
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