–Truman solía venir con sus dos perros. Pasaba a la cocina y me decía: «Carme, ¿están los perros, están encerrados?». Porque en la casa había perros. Yo lo conocí mucho. Era un hombre que era como era. Muy homosexual, lo sabía todo el mundo, pero agradable. Se podía hablar. El último año que estuvo en Palamós se fue a Sanià. Y allí lo fue a ver su amiga, Harper Lee, pero cuando ella se marchó dejó dos vestidos en la tintorería. Un día viene Truman y dice: «¡Carme, Carme!». «¿Qué?» «Toma.» Y me trae la ropa envuelta en papel de la tintorería, dos vestidos preciosos pero portables completamente. De punto, una marca italiana. Uno, manga hasta aquí, de color más o menos naranja, y el otro color berenjena con los mismos dibujos. Los usé mucho tiempo. O sea que yo con Truman he tenido bastante relación.