En un escenario dominado por la amnesia y el sonambulismo, las alucinaciones y las ensoñaciones, el sujeto burgués, cuya identidad parecía tan sólida, se revela habitado por máscaras que escapan a cualquier dominio, presa de un desdoblamiento que jamás podrá recomponerse. Al final, la identidad del sujeto occidental resulta ser una figura sombría y constitutivamente doble, que vive solo en sus carencias y sus olvidos, en sus pérdidas y sus distracciones. Inmemorial y, precisamente por eso, inolvidable.