Nada de esto deriva de una postura particularmente agresiva o egoísta por parte de los jóvenes, sino de las condiciones que los han excluido de oportunidades para el porvenir, de la violencia que experimentan todos los días y del evidente fracaso de las propuestas de las generaciones previas. Ante un mundo donde el único consuelo parece venir del dinero rápido, las drogas, el consumo o la anestesia de la realidad virtual, la participación social ha disminuido.