obra que prefería entre todas las suyas era, precisamente, En el viñedo del texto, consagrada a un excepcional invento de los siglos XII y XIII: la página. Enmarcar el texto en una hoja alteró la práctica de la lectura. A diferencia de los pesados libros de horas, los rollos y los pliegos que requerían del apoyo de una mesa o de un facistol, la página pudo sostenerse entre las manos. Gracias a un diseño que hoy damos por sentado fue posible transitar de la lectura colectiva, hecha en voz alta, a la lectura personal y silenciosa.