La Revolución mexicana también ocurrió en las artes plásticas. Si la revuelta popular produjo hondos cambios en el campo y las ciudades, la renovada actividad de muralistas, pintores y grabadores durante la etapa armada y sobre todo después de ésta transformó el alcance político y social de la gráfica y la pintura. En las primeras décadas del siglo XX se fortalecieron los nexos entre el movimiento obrero —cada vez más protagónico en una sociedad volcada hacia la producción fabril y la vida urbana— y los trabajadores del pincel, la gubia y el caballete: la representación de los obreros, con sus característicos overoles, y la organización de los creadores plásticos en entidades semejantes a sindicatos son ejemplos de esa fértil simbiosis, analizada con precisión por John Lear en esta obra. Publicaciones como El Machete o la Revista CROM, grupos como la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, organizaciones como el Sindicato Mexicano de Electricistas, acontecimientos como la Guerra Civil española o la expropiación petrolera propiciaron formas novedosas y audaces de colaboración entre ambas clases de trabajadores. Este libro es al mismo tiempo un recuento de la idealización gráfica del proletariado y un homenaje al esfuerzo de artistas y obreros por lograr una auténtica revolución en México.