«Ni a los lestrigones ni a los cíclopes / ni al salvaje Poseidón encontrarás / si no los llevas dentro de tu alma / si no los yergue tu alma ante ti», escribe Cavafis.2 La meta de la peregrinación es doble, y en última instancia el destino es irrelevante: «Ítaca te brindó tan hermoso viaje. / Sin ella no habrías emprendido el camino / pero no tiene ya nada que darte.» Ítaca, el destino, es un estado de ánimo del peregrino: un cierto fervor, una paz, una precisa modalidad del entusiasmo