Pero no se presta suficiente atención a la extrañeza simétrica que otorga al objeto el muy curioso rol de no estar ahí sino para ser visto por un sujeto. Alguien que mira, por ejemplo una naturaleza muerta –la expresión misma es significativa–, se encuentra enteramente formateado para convertirse en el sujeto de ese tipo de objetos, mientras que esos objetos –por ejemplo, unas ostras, limones, capones, copas, racimos de uvas doradas sobre el drapeado de un mantel blanco– no tienen ninguna otra función que la de ser presentados ante ese tipo particular de mirada.