El “Discurso a los Cirujanos” es una bellísima pieza oratoria. No tanto por la
retórica, que en sí es admirable, sino por las ideas. Valéry fue, ante todo, y
hasta el fin de su vida, un hombre de ideas. Contrariamente a tantos
intelectuales parisinos, que viven de “frases”, como los enfisematosos de
tanques de oxígeno, Valéry nos tiende la bella oración a guisa de simple
envoltura. No hay que engañarse pensando que, porque la frase es pulida,
sinuosa, simétrica, mesuradamente aliñada y de estilo «clásico”, todo el
mérito reside en el bonito embalaje. No, la verdadera belleza está detrás, en
la idea que esconden los elegantes giros de la prosa, cual joya coruscante en
aterciopelado estuche. No siempre se descubre a primera vista. Puede ser
necesario leer y releer, para poder captar la visión completa.