Al cabo de unos meses, me dije que esta historia debía terminar. Ya no quedaba fuego, mi llama se había apagado. Ya había llorado bastante.
Tras la escena de vodevil en albornoz, le propuse que rompiéramos. Él estuvo de acuerdo de inmediato.
Yo me esperaba un apocalipsis. ¿Qué iba a suceder?
No quería ni imaginarlo.
Lo cierto es que no pasó nada: el teléfono no volvió a sonar. Como transición, no supuso un gran cambio