A la mayoría de los seres humanos, por ejemplo, nos motiva más evitar el fracaso que perseguir el éxito. Esto venía bien en el pasado, cuando el fracaso era muy costoso y, a veces, suponía hasta la muerte. En el mundo actual, con menos peligros y mayor abundancia, hay menos que perder, y mucho que ganar. Puedes fracasar cientos de veces, levantarte ileso y como mínimo haber aprendido algo.