Quiero creer que, en este mundo roto con un montón de defectos, todavía encontramos esperanza en aquellas personas que intentan parchar los hoyos infinitos que nos rodean... y "mientras la historia no termine, lo único que se puede hacer es contarla y volverla a contar."
Hablar de migración es un tema complicado, siempre opacado por un velo de pertenencia y un sentido de propiedad. "Este es mi país", suele pensarse, oírse y decirse, "que ellos vuelvan al suyo, que arreglen ellos sus problemas, ¿por qué tenemos que arreglarselos nosotros?" Pero siempre es fácil hablar de lo que es mío y de lo que soy capaz en mi propiedad cuando esta idea está limitada a mi casa, a mi familia, a mi círculo social, a mis posesiones materiales y no nos detenemos a pensar en el caos en que se han hundido naciones enteras, problemas que ya no están del todo en sus manos, siempre a merced de gobiernos corruptos y clases poderosas desinteresadas.
Me gusta pensar que los mexicanos sabemos ser más comprensivos y solidarios con esta situación, pero no es así, somos víctimas de las mismas ideas, porque siempre habrá alguien más pobre, más jodido, más "peligroso" que vendrá a querer arrebatarme lo que es mío, por muy poco que sea.
Libros como este, historias como las que aquí se narran, nos ayudan a recordar lo que ya sabemos, que, desde el principio del tiempo, el humano fue hecho para estar en movimiento, no por un deseo banal, no por codicia ni maldad, sino por la necesidad de encontrar algo mejor, una vida mejor en un lugar mejor.
Es difícil decir que este libro me gustó, porque va más allá de esa simple descripción. Pienso que es corto, pero contundente, informativo pero a la vez empático y hasta tierno en algunos momentos. Creo que es una lectura necesaria para comprender un poco más el fenómeno de los niños migrantes, para poder ponernos (aunque sea un poquito)en sus zapatos, los de sus familias y los de todas las personas que dedican sus esfuerzos a apoyarles, aún cuando muchas veces esos esfuerzos parezcan no llegar a ningún lado... Me conmovió en momentos donde inevitablemente me puse a pensar qué pasaría sí mis propios sobrinos pasaran por situaciones así, y literalmente me rompió el corazón, tal vez no en su momento, pero sí cuando lo comenté con otras personas.
Nunca había leído a Valeria Luiselli pero puedo decir que al menos con esta sola lectura ha dejado una marca importante en mi y en mi forma de observar otras realidades. Por lo tanto, si recomiendo mucho este libro, y leerlo con paciencia, auto compasión y tiempo, porque aunque es corto si podría ser de impacto fuerte para personas muy sensibles.