Sentada en una habitación sin ventanas, se le revuelve el estómago. El tipo le ha quitado el teléfono y lo ha destrozado con el tacón del zapato. Ahora baja la cara y se la pone a pocos centímetros. Para ella, ya no hay vuelta atrás. Su vida, tal y como la conocía, se ha acabado.
La detective Kim Stone acude a un establecimiento de la localidad y lo que ve la deja atónita. Del hombre que tiene delante ha quedado muy poco como para identificarlo con la foto del carné de conducir. Ahora sabe que se enfrenta al asesino más enfermo con el que se haya topado nunca.
Pero, mientras comunica la devastadora noticia a Diane Phipps, la esposa de la víctima, Kim nota que algo no encaja en la reacción de la mujer.
Veinticuatro horas más tarde, Diane se ha esfumado con toda su familia.
Aparece un segundo cadáver. En una reserva natural de la localidad, han clavado a un hombre al suelo.
Desesperados por encontrar una rápida solución, Kim y su equipo desentrañan una pista vital, un secreto ferozmente guardado que no solo vincula a ambas víctimas, sino que podría costar aún más vidas.
Y es un secreto que también protegen algunos policías.
Enfrentada a las mentiras de aquellos en quienes debería confiar, así como de familiares que no quieren revelar nada, Kim navega en las aguas más profundas de su carrera. Y, por si eso fuera poco, Tracy Frost, la reportera local, abre la caja de Pandora en el caso de una mujer asesinada por su marido un año antes.
¿Qué motiva a este homicida sanguinario, que se ensaña con sus víctimas de una manera tan metódica?
Para atraparlo, Kim debe ahondar en sus motivaciones. Pero ¿conseguirá desvelar la terrible verdad y detenerlo antes de que ataque de nuevo?