Ciento veinte años había demorado la construcción del templo de la diosa Artemisa, en Éfeso, que supo ser una de las maravillas del mundo.
El templo fue reducido a cenizas en una sola noche del año 356 antes de Cristo.
Nadie sabe quiénes lo habían creado. El nombre del asesino, en cambio, resuena todavía. Eróstrato, el incendiario, quiso pasar a la historia. Y pasó.