En nuestra república mafiosa la prensa tenía pocas de las grandezas que le son propias y casi todas las miserias de las que es capaz. Por miedo, por simpatía o por complicidad, los diarios eran correos del poder. La variedad de poderes creaba la ilusión de libertad, pero lo cierto es que la prensa tenía varios amos ajenos a ella. Su servidumbre múltiple era la fuente de su pluralidad. Era, en verdad, un oficio vicario, el correo público de los poderes ocultos.