Huir de Capital. Regresar al pueblo de su infancia. Esa parece ser la única salida. Isabel no logra superar la pena inmensa que siente y seguir adelante, necesita irse. Solo eso le pide a Martín, que se muden un tiempo al pueblo donde creció, a ese caserío al costado de la ruta rodeado de campo y nada más.
La casa de sus padres, ahora solo habitada por fantasmas, le despierta recuerdos que se mezclan con el dolor de los últimos meses, pero también con lo que su imaginación completó a lo largo de tantos años de silencio. La vez que casi se ahoga en una zanja, el último verano que vivieron allí, la noche de la inundación, el día en que vio a su mamá por última vez. Lo que no sabemos lo inventamos, lo que no nos gusta lo embellecemos, lo que nos consuela lo magnificamos, lo que duele… ¿qué se hace con lo que duele?
En esa búsqueda, Isabel de a poco irá dejando entrar en su vida a los vecinos del pueblo. Con gran habilidad, Maru Leonhard logra descubrir en ellos eso que convierte a un personaje común en uno extraordinario y complejo, completamente alejado de cualquier estereotipo. Imperceptiblemente se irán transformando para Isabel en catalizadores de sus duelos, en la posibilidad de cotejar su memoria, de que le hablen de su madre, de encontrar cómo seguir, y así limpiarse el barro del dolor, cambiar la piel bajo el sol del verano.
Con una potencia visual inusitada, diálogos inquietantes y una prosa rítmica y envolvente, la primera novela de Maru Leonhard puede ser asfixiante y fresca a la vez. Una novela simple y conmovedora sobre dejar ir lo que ya no es parte de nuestro mundo y encontrarse de nuevo con lo que nos impulsa a seguir.