La Congrega dei Cartari del puerto italiano de Amalfi produce el papel más fino de Europa, pero es famosa también por el minucioso proceso de selección de sus compradores. Todo depende de lo que se vaya a escribir en él. La reina de Nápoles, Giovanna II, quiere escribirle una irresistible carta de amor a Pandolfello Piscopo, el más querido de sus amantes. Acompañada de cien soldados, una comitiva de sirvientes, y una decena de escritores —los más importantes de su reino, encargados de plasmar sus sentimientos—, en el día más caluroso del mes de septiembre de un año cercano al inicio del siglo XV, emprende una expedición a dicha ciudad para conseguir el papel a como dé lugar. Entre cerros que aparecen de un momento a otro, perneras y mangas que ascienden al cielo, camisones sudorosos adheridos al cuerpo, tallos de zarza que sangran la piel, santos que huyen de sus nichos, ángeles que vuelan de las paredes, palomas que se desprenden de los vitrales, laberínticos palacios de seda, ciegos catadores del papel, bancos de morralla nadando entre cisternas y molinos, y muchas otras cosas difíciles de imaginar, el lector se adentrará en una historia memorable, llena de humor, que tiene como centro a la escritura misma. Una escritura pausada, sublime, profunda, lejos de la ejercida por los escritores vanidosos, borrachos, serviles y pesados de la comitiva. Cuyo proceso es equiparable al de la producción del afamado papel o al repetido movimiento de un pedazo de cristal entre los dedos de un vitralisa, mientras intenta colocar su última pieza. .