l depredador por naturaleza podía parecer que se domesticaba e incluso se volvía amigable, lamiéndote el cuello con cariño y frotándose contra ti para que le rascaras la espalda. Pero sabías, o deberías saber, que estabas viviendo con un animal salvaje, que un collar y una correa junto con un cuenco de comida podría amansar los actos de la bestia, pero que no podían cambiar su esencia.