Elegí leer este libro primero por el título. Como emigrante, un día partí de mi país con todo lo que me cupo en una maleta, es decir, nada... Todo lo que tenía lo llevaba conmigo, y no eran cosas materiales.
Segundo, leí que Herta Müller, ganadora del Nobel de literatura de 2009, suele escribir sobre la dictadura de Ceaucescu y soy amante de los textos sobre dictaduras. Error, porque este libro no trata sobre eso. Pero sí trata de otro tema que he leído y me parece escalofriante, los campos de prisioneros de la Unión Soviética.
Este es un libro triste, desolador. Trata sobre una vida perdida, no solo por el campo de prisioneros en sí, sino por el campo de prisioneros mental que se debe construir el protagonista al ser homosexual.
Es una oda al hambre. Un libro hermosamente escrito.
Entiendo que objetivamente es un buen libro. Pero. Me durmió. Aunque hay pedazos que me gustaron mucho.
Es increíble el poder de la pluma de Herta Müller, al grado de provocar que objetos comunes, como el cemento, te generen una abalancha de sentimientos.
Era un libro al que le traía ganas pero que una vez comenzada la lectura, se me comenzó a complicar.
La historia va de un chico alemán-rumano que es deportado a un campo de trabajo soviético después de la 2da Guerra mundial y pues prácticamente nos enteramos de todas las penurias que tuvo que pasar como "castigo" por las atrocidades cometidas por el pueblo alemán. En el campo de trabajo, Leo de 17 años, encuentra a personajes muy diversos con los que termina formando una especie de familia y nos cuenta un poco de la historia de cada uno, como llegaron y como fueron saliendo de su vida. No resulta terriblemente dolororo de leer puesto que Leo parece resignado y dispuesto a afrontar la situación, siempre con la firme idea de mantenerse con vida y regresar a su casa, aunque a veces eso parezca imposible. Lamentablemente pronto se da cuenta de que aún cuando deje ese terrible lugar, las cosas ya jamás volverán a ser igual.
La narración no es mala, pero a veces me era demasiado densa entre tanta descripción, también comprendo que fuera necesaria e incluso en algunos capítulos lo agradecía porque me ayudaba a dibujar mejor la situación en mi cabeza. Eso sí, la historia aunque no me atrapó por completo sí despertó mi curiosidad, impulsándome a seguir leyendo (eso y que debí haberlo termino dos semanas atrás).
Hay muuuuchos libros que hablan sobre los horrores de los campos de concentración nazis pero hasta ahora no había encontrado nada sobre los trabajos de reconstrucción en los que los soviéticos forzaron a colaborar a todos aquellos de origen germano que pudieran deportar, así que definitivamente sugiero darle la oportunidad a este libro, basado en las memorias de del poeta Oskar Pastior y algunos otros supervivientes.