El coraje de la desesperanza

Esta es la burocracia estatal en su versión más demencial. Y, sin embargo, ¿somos conscientes de que, en tiempos laicos, este es nuestro único y verdadero contacto con lo divino? ¿Qué puede ser más «divino» que el traumático encuentro con la burocracia en su forma más demencial, cuando el burócrata nos dice que, legalmente, no existimos?

tanques han sido sustituidos por los bancos, tal como lo expresó Varoufakis después de que lo nombraran ministro de Economía.

Citando de nuevo a Stalin: no hay una opción peor que otra, sino que ambas son peores.

cada vez más experimentamos nuestra libertad como lo que es en realidad: una carga que nos priva de una auténtica posibilidad de cambio.

¿qué hay en nuestro sistema económico y legal que les permite hacer realidad su codicia de manera tan espectacular?
La realidad que emerge es la de la división de clases, así de simple. Las revelaciones demuestran que la gente rica vive en un mundo aparte en el que se aplican reglas distintas, en el que los procesos legales y las autoridades policiales están fuertemente distorsionados no solo para proteger a los ricos, sino incluso para manipular el imperio de la ley a fin de darles cabida.

(el capitalismo se derrumbará a través de su exceso de desarrollo, por lo que hemos de participar en él hasta el final...). Solo cuando desesperamos y ya no sabemos qué hacer podemos llevar a cabo el cambio: tenemos que pasar por ese punto cero de desesperanza.

cuanto más global se vuelve el capitalismo, más aparecen nuevos muros y apartheids, que separan a los que están DENTRO de los que están FUERA.

Solo cuando desesperamos y ya no sabemos qué hacer podemos llevar a cabo el cambio: tenemos que pasar por ese punto cero de desesperanza.

la posibilidad del cambio se suscita para garantizar que no se llevará a cabo.

Quizá el airpocalipsis es el precio que hay que pagar para dichas perversiones sociopolíticas.

Tenemos que terminar con estos juegos. El airpocalipsis de China es un claro indicio de cuáles son los límites del ecologismo imperante, esta extraña combinación de catastrofismo y rutina, de sentimiento de culpa e indiferencia.