me preguntó qué quería hacer, qué me apetecería ahora que había interrumpido los estudios, y yo le dije que me gustaría cuidar de las zonas verdes de la ciudad, de los parques, los setos y los parterres. La psiquiatra sonrió y me espetó: «Sí. Tengo a mucha gente con síndrome de Down que cuida de las zonas verdes. Les va que ni pintado»