Está flotando —dijo mi padre—. Joya está flotando. Isabella, ¿qué has hecho?
Todavía no era capaz de hablar. El mar, el mar que Lupe había liberado, había arrancado la base de Joya, separándola de su tallo como si fuera una flor. Había oído hablar de islas que flotaban y recorrían el mundo como barcos vivientes, a merced de las corrientes. Esas historias me habían encantado. Ahora, nada importaba.
El cielo azul de Joya se abrió sobre mí y, bajo mis pies, el mar volvió a la calma. Cerré los ojos y me eché a llorar.