Sonja, que tiene ya más de cuarenta años, vive en Copenhague. Soñó con ser escritora, pero se gana la vida como traductora de thrillers nórdicos ultraviolentos. La suya es una profesión solitaria, que contribuye a aislarla. Su vida es rutinaria y no se siente muy feliz con ella. Y, para colmo, empieza a padecer vértigos, acaso provocados por un problema en el oído interno, o tal vez anuncio de un proceso depresivo.
Y es entonces cuando Sonja trata de reconducir su vida tomando algunas decisiones: aprender a conducir con ayuda de un instructor por el que acabará sintiendo cierta atracción, reconciliarse con su cuerpo a través de unas sesiones de masaje con una masajista profesional e intentar retomar el contacto con su esquiva hermana… Aunque las cosas no siempre salen como una espera.
Esta es una de esas novelas en las que en apariencia pasan pocas cosas, pero el lector atento sabrá descubrir los muchos y muy caudalosos ríos subterráneos que fluyen por sus páginas. Con su prosa ágil, irónica y punzante, la autora nos ofrece un retrato potentísimo de un personaje femenino en plena crisis de la mediana edad, con sus flaquezas y esperanzas de dar un nuevo sentido a su vida. El libro es también el retrato perspicaz y tragicómico de las soledades urbanas, plasmadas mediante un cúmulo de pequeños gestos cotidianos, de palabras dichas o calladas, de actitudes humanas que a todos nos resultarán muy familiares.