de Buenos Aires, cada vez más cubiertas de excrementos, no resulta fácil imaginar que él se encuentre ahí arriba, recortando figuritas de papel.
Hay una luz dorada en la ventana, se aprecia desde afuera. La gente camina con la mirada al frente, puesta hacia la plaza de Mayo, y no se fija en que, en el segundo piso de esa casa señorial, situada junto al parque de la plaza Vicente López, prácticamente el único lugar fresco en Buenos