Es inútil llevar más lejos este análisis por ahora. Del corredor que cae al inocente engañado, del engaño a la distracción, de la distracción a la exaltación, de la exaltación a las diversas deformaciones de la voluntad y el carácter, acabamos de hacer un seguimiento del progreso que conduce a la comicidad a adentrarse cada vez más en la persona, sin por ello dejar de recordarnos, en sus manifestaciones más sutiles, algo de lo que percibíamos en sus formas más burdas, un efecto de automatismo y rigidez. Ahora podemos tener una primera visión, bien lejana, es cierto, vaga y confusa aún, del lado risible de la naturaleza humana y de la función habitual de la risa.