Monja y casada, vírgen y mártir

Era una especie de procesion fantástica de sombras negras

—Don José.

—Em—contestó el viejo como despertando.

—He terminado ya.

—¿Qué cosa?

—Las fórmulas para llamar á los espíritus consignadas en los antiguos códices de la ciencia.

—¿Haber?

—¿Quereis que os las lea?

—Sí, será bueno.

Don Cárlos comenzó su lectura.

—Es cierto, señor alcalde; pero el vulgo no es el pueblo: el vulgo no es mas que el vulgo.

rostro enjuto tenia las señales de una vejez próxima, apresurada no por el vicio, sino por el estudio y la vigilia