Supe de la existencia de Ernesto Ottone mucho antes de que nos conociéramos personalmente. De movimientos lentos, tono cansino y enemigo de las prisas, fue forjándose en torno a él una verdadera mitología. De ascendencia italiana, gran conversador, culto como pocos y con un sentido del humor tan fino como lapidario, Ottone se fue transformando en un referente para muchos miembros de mi generación. Fuimos aprendiendo de sus ideas, experiencias e historias. Si pudiera resumirlo de alguna manera, hay un concepto que bien sintetiza lo que Ottone nos transmitió: el valor de la sobriedad en política. Lo que aparece en este libro es lo que habitualmente hacemos cuando nos encontramos: hablar de política. No se trata de un debate, sino de una interpelación sobre los temas que hoy están en las conversaciones de muchos ciudadanos. Una conversación de política, sin ira que deambula entre la crítica y la esperanza. Seguramente la amistad conspiró para desafilar los cuchillos que transportan las palabras. Pero, con todo, pudiendo haber efectuado grandes cambios, desechamos tal opción para contribuir a la sinceridad y que mejor se reflejara el tono que rodeó esta experiencia. Estoy seguro que las deficiencias en las preguntas han sido bien subsanadas por el talento de las respuestas. (Jorge Navarrete)