Cuando dios era el centro, el que debía ser abolido, encerrado, quemado, era el hereje, el blasfemo, el pecador, la bruja. Cuando fue el hombre el centro –apañado por su altiva amiga La Razón–, el que debía ser separado de la sociedad era el loco, el irracional. Y eso no cambió. Pero antes se convivía con los locos, se les otorgaban poderes, se los respetaba, se los nombraba reyes. Hoy en día la vida de un loco es una pesadilla. No importa cuán loco estés, no importa si fue una fase, tampoco si algo de lo que decías podía tener algún valor para alguien. Ni si no fuiste agresivo, no importa. Es muy difícil, es imposible volver de la exclusión